Literatura desde la guerra civil. Novela

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Cultura y sociedad en España desde 1939

            Se suelen diferenciar dos periodos desde el final de la Guerra Civil hasta el nuevo milenio:

  • La España de Franco. Comprende varias etapas a lo largo de 40 años de la historia de España que tienen el denominador común de la dictadura del general Franco, y por tanto de ausencia de libertades democráticas.
  • La España de la democracia. Comprende una etapa de “transición”, de 1975 a 1982, y la etapa de consolidación democrática con la subida al poder del Partido Socialista en 1982.

De 1.939 a 1.949. La autarquía económica y cultural.

            Al terminar la Guerra Civil el país resulta devastado y la población civil se va a enfrentar a años de miedo, persecución de los disidentes políticos y hambre. Las organizaciones sindicales y los partidos políticos son prohibidos.

            En estos primeros años la expresión cultural queda limitada por una férrea censura a los vencedores que rompen con el pensamiento liberal, europeísta de la anteguerra y pretenden fundar una “nueva cultura” basada en el catolicismo ultraconservador y en las glorias de la España imperial de los Siglos de Oro: son constantes las referencias a los Reyes Católicos, la conquista de América, etc. En esta empresa tienen un papel decisivo los intelectuales de Falange Española a través de las revistas sufragadas por el régimen como El Español, La Estafeta Literaria, Garcilaso, Escorial, etc.

            En consecuencia, la realidad española del momento es excluida de cualquier publicación literaria o de pensamiento y se impone una visión triunfalista o cuando menos evasiva de la España, solo perturbada hacia 1944 por la novela tremendista de Cela, la descorazonadora visión de la posguerra de Carmen Laforet o la poesía desarraigada.

De 1.945 a 1.950. El inicio de la recuperación del pensamiento liberal.

            Políticamente son los años del aislamiento internacional por la complicidad de Franco con el nazismo y el fascismo derrotados en la Segunda Guerra Mundial.

            Algunos núcleos intelectuales del falangismo vinculados a la revista Escorial (Pedro Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo…) son conscientes de la precariedad de la cultura española e intentan rescatar algunos valores de la literatura y el pensamiento liberal del exilio. Los primeros síntomas de esta aproximación son el regreso a España de José Ortega y Gasset y la aparición de revistas de debate intelectual y político como Índice (1.945) e Ínsula (1.946), publicación de crítica literaria que pretende salvar del olvido la literatura de los escritores “trasterrados”. Ya al borde de la década de los cincuenta, despuntan obras literarias que anuncian una nueva etapa de las letras españolas: Blas de Otero publica Ángel fieramente humano (1.950) y Buero Vallejo, perseguido y encarcelado en años recientes, hace entrar de lleno la realidad de la gente común en Historia de una escalera (1.949).

            En las artes plásticas predomina el clasicismo y la monumentalidad escurialense en la arquitectura (Valle de los Caídos, Ministerio del Aire…). En círculos menos triunfalistas se revaloriza la pintura de “la España negra” de José Gutiérrez Solana, con cuya estética podríamos relacionar la novela tremendista de Camilo José Cela. Marginalmente, la abstracción ofrece las primeras manifestaciones a partir de 1948 por influencia de Paul Klee y de Joan Miró, que había regresado a España en los primeros 40.

            El cine de los años 40 fue un instrumento de propaganda del régimen al servicio de la “formación del espíritu nacional”. Fueron temas preferidos las gestas de la Guerra Civil, los Reyes Católicos y la conquista de América. Todas las funciones iban obligatoriamente precedidas por el NO¬DO, informativo propagandístico del Régimen creado en 1942. Había también un cine cómico frecuentado por el gran público que servía para olvidar las penurias de la posguerra.

De 1.950 a 1.959. El despertar de la oposición cultural al régimen.

            Políticamente son años de apertura internacional. España entra en la UNESCO (1.953), en la ONU (1.955) y firma el Concordato con la Santa Sede y el Tratado de Cooperación con EEUU.

            Una tímida apertura política e intelectual tiene como consecuencia la entrada de libros y publicaciones, muchos clandestinamente, impensables en la década anterior: la novela conductista norteamericana, el Neorrealismo italiano, la novela objetivista, etc. En este clima se hace más evidente la precariedad de la cultura y de la educación española. Surgen así las primeras protestas universitarias en 1956 con las que solidarizan personalidades antes vinculadas al Régimen (Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo…) y gran parte del mundo intelectual se pasa a la oposición.

            En el pensamiento español de los 50 destacan J. L. Lòpez Aranguren, desde el catolicismo progresista; Enrique Tierno Galván, ensayista y estudioso del pensamiento marxista y el historiador Jaume Vicens Vives. Ortega y Gasset, muerto en 1955, sigue siendo el maestro del pensamiento liberal, siempre atacado por la Iglesia, con discípulos como Julián Marías.

            En literatura es la década del realismo social, luego matizado hacia 1955 por una nueva generación de escritores (los niños de la guerra) con tendencia a ver la ruindad de la vida de posguerra desde la distancia y la ironía (Gil de Biedma, Ángel Valente, José Agustín Goytisolo….). En la renovación literaria tiene gran trascendencia la creación en

            1958 del Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral, sin olvidar el extraordinario papel de la revista de José Monleón, Primer acto, para el conocimiento del teatro español y extranjero contemporáneos. En las artes plásticas predominan dos grupos: Dau al Set de tendencia surrealista (Tapiés, Cuixart…) y El Paso (1957) que agrupaba a varios pintores influenciados por el expresionismo abstracto norteamericano bajo el nombre de “informalismo” (Millares, Saura, Canogar…). Otro estilo diferente es el realismo pictórico de Antonio López (1955).

            El cine sigue ocupando un lugar de privilegio en el ocio de los españoles. El musical folklórico es el preferido: El último cuplé (1957), La violetera (1958). En la comedia satírica destaca Luis García Berlanga (Bienvenido Mr. Marshall, 1952). Por último, el cine neorrealista italiano influyó en la visión crítica de la realidad española de Juan Antonio Bardem (Calle Mayor,1956).

De 1.959 a 1.975. La ruptura generacional.

            En 1957 entran en el gobierno los llamados ministros tecnócratas del Opus Dei que decidirán en lo sucesivo la occidentalización y liberalización de la economía española, sobre todo a partir del Plan de Estabilización de 1959. España sale definitivamente de la autarquía económica y se convierte en un país industrial, si bien la demanda de trabajo provoca una emigración masiva de españoles a Europa. El turismo conoce una expansión espectacular y la Ley de Prensa de 1966 supone una cierta apertura informativa y relajación de la censura. Finalmente, en 1969 Franco propone a las Cortes a Juan Carlos como sucesor en la Jefatura del Estado.

            Además de la tradicional oposición de comunistas, socialistas y demócratas, el franquismo se va a enfrentar a la desafección de la Iglesia. Muchos católicos ya no se conforman con el viejo humanismo cristiano y se acercan, a partir del Concilio Vaticano II  (1961¬1965), al humanismo marxista, en choque frontal con la Iglesia conservadora y la Dictadura.

            Lo verdaderamente significativo de estos años, también en España, es la revisión crítica del pensamiento liberal propio de las democracias burguesas. Por primera vez en muchas décadas se produce una ruptura generacional en lo político, en lo cultural, en lo literario, en lo moral…con las pautas marcadas por las generaciones anteriores. Síntomas de este rechazo a lo viejo fueron la rebelión universitaria, el “Mayo francés” del 68, las protestas contra guerra de Vietnam y el rechazo al consumismo desbocado de las “sociedades de bienestar” por los llamados movimientos contraculturales.

            En cuanto a las revistas de pensamiento, la reaparecida Revista de Occidente de Ortega y sobre todo Cuadernos para el Diálogo (1963) mantiene una línea en defensa de los principios democráticos propios de los países europeos. La revista Triunfo (1962), objeto de repetidos secuestros gubernativos, será un símbolo de la resistencia intelectual antifranquista.

            Desde mitad de los 60 la literatura da la espalda al compromiso cívico y revive la influencia de la vanguardia surrealista, de los poetas del 27 y del refinamiento culturalista del Modernismo. En las artes plásticas es significativa la influencia del arte pop en los pintores del Equipo Crónica que se apartó del informalismo anterior para cultivar una pintura figurativa que presentaba de manera grotesca o irónica la realidad y la tradición españolas. En el cine destacan las películas de Carlos Saura, creador de verdaderas alegorías críticas del cerrado mundo franquista en Ana y los lobos, La prima Angélica, etc.

El periodo democrático.

            A finales de los 60 y comienzos de los 70 la represión y los estados de excepción (1969) apenas pueden contener la decadencia del Régimen. El nacionalismo vasco se radicaliza con el terrorismo de ETA que asesina en 1973 al Presidente del Gobierno Almirante Carrero Blanco. En octubre de 1975 Franco enferma y muere el 20 de Noviembre. El 22 de noviembre Juan Carlos de Borbón jura como Rey ante las Cortes. A partir de esta fecha, se abre una nueva etapa en la historia de España. Se legalizan los partidos políticos y se convocan elecciones libres (1977), se aprueba la actual Constitución que consagra la Monarquía parlamentaria y el Estado de las Autonomías. Las elecciones de 1982 marcan el final de la etapa de la “transición” a la democracia. Llega al gobierno el PSOE que permanecerá en el poder hasta 1996. España se incorpora a las estructuras militares y políticas de los países occidentales al entrar en la OTAN y en la Comunidad Económica Europea en 1986.

Los cambios en la mentalidad y la cultura española de los 80 y los 90. La democratización de la cultura.

  • La desaparición de la censura abre nuevas perspectivas a la investigación y al pensamiento que fructificarían en una revitalización del ensayo en diversos campos desde la literatura a la sociología, la filosofía y la historia.
  • El exilio había dejado una dolorosa huella en la cultura española que ahora se repara en parte con el retorno de supervivientes como Rafael Alberti y Jorge Guillén.
  • El Estado emprende una tarea de impulso y democratización de la cultura que se traduce en la creación de Casas de Cultura, Universidades Populares, bibliotecas, instituciones como el Centro Dramático Nacional, premios literarios, etc. Por otra parte las Comunidades Autónomas juegan un importante papel en la descentralización de la cultura, que ya no se reduce a los núcleos privilegiados de Madrid y Barcelona.
  • Se produce un intenso intercambio cultural con Europa, sin el cual ya no se entiende la cultura española de nuestros días.
  • En contrapartida, con la consolidación de la democracia decae la rebeldía ideológica de los intelectuales y escritores del tardofranquismo y cunde el relativismo ideológico y la desconfianza hacia los grandes sistemas de pensamiento, hacia las grandes utopías políticas. Es un fenómenos de la cultura occidental llamado “pensamiento débil o posmoderno”. En las actitudes vitales predomina un estado de desencanto que provoca el repliegue del hombre hacia la vida personal y el hedonismo. Una manifestación emblemática de esta atmósfera fue la famosa “movida” que convirtió por unos años a Madrid en centro de curiosidad de la prensa extranjera.

            Los cambios políticos de la transición no produjeron cambios inmediatos en la cultura y en las artes españolas. Quizás en lo fundamental ya se habían producido en el tardofranquismo. Así, tanto en la pintura como en la literatura es una etapa caracterizada por la convivencia de generaciones y tendencias. Por citar algunos ejemplos, en la pintura, el hiperrealismo de un veterano como Antonio López convive con la abstracción, el Pop y el posmodernismo de Miquel Barceló. Hacía falta la perspectiva de unas décadas para ver decantarse una serie de individualidades ya sólidas en la cultura española.

La novela española desde la guerra civil

Introducción.

            La primera consecuencia de la Guerra Civil en la novela es la división entre los novelistas que escriben en el exilio y los novelistas del interior. Los primeros, que sufren el dolor del exilio por su apoyo a la República, evolucionan libremente en los diferentes países de acogida ( Méjico, Argentina…). Los segundos escriben en una España devastada por la guerra y sumida en la miseria, siempre controlados por la censura que vigilaba cualquier atisbo de crítica a la nueva situación política o desviación de la moral católica.

            Como era de esperar, los temas relacionados con la Guerra Civil aparecen en ambas novelas, pero con un tratamiento muy diferente: triunfalismo militarista en los novelistas del bando franquista y conciencia social y actitud solidaria con los pobres en la novela del exilio. En medio quedan los novelistas que viven con desesperanza las circunstancias de la posguerra en España: destrucción, pobreza, clima cultural asfixiante por la falta de libertades…Debido a la censura, este desolado panorama aparecerá de forma indirecta, en la novela tremendista y existencial de los años 40.

Los novelistas del exilio.

  • Ramón J. Sender se había iniciado en los años 30 con novelas de compromiso político como Imán, sobre la guerra de Marruecos. En el exilio escribe sobre la Guerra Civil novelas como Crónica del alba (1942) y sobre todo Réquiem por un campesino español (1953), que muestra el proceso de concienciación social y política de un campesino aragonés, Paco, hasta su fusilamiento por una partida franquista.
  • Max Aub, destacado dramaturgo con obras sobre el tema de la Segunda Guerra Mundial, escribe en el exilio una serie de seis novelas agrupadas bajo el título de El laberinto mágico.
  • Francisco Ayala se inicia en la narrativa vanguardista en los años veinte (Cazador en el alba, 1930). En el exilio escribe una narrativa realista de contenido político y social. Muertes de perro es una novela indigenista que muestra la corrupción y el envilecimiento del ser humano bajo el poder de una dictadura. La ambientación es americana, pero la crítica alcanza a la podredumbre del poder político en general.
  • Rosa Chacel escribe en el exilio novelas introspectivas centradas en la psicología de los personajes femeninos. Destaca entre ellas, Memorias de Leticia Valle (1946). Tras la muerte de Franco, recibe en 1976 el Premio de la Crítica por Barrio de maravillas.
  • Manuel Andújar comienza su actividad narrativa en el exilio. Su trilogía Vísperas se sitúa en la España anterior a la guerra a través de tres novelas ambientadas en el campo, las minas y el mar.

La década de los 40

            La novela escrita en España en la década de los 40, tras la Guerra Civil, busca su referencia en el realismo tradicional de la novela burguesa del siglo XIX ( Galdós, Clarín, etc..) lo que supone un retroceso estético. Factores negativos para su desarrollo son: las prohibiciones de la censura, el aislamiento del país de las corrientes innovadoras de la novela extranjera y la ruptura con la novela española anterior a la guerra. Se reconocen varias tendencias, todas de estilo tradicional:

  • Novela ideológica de exaltación heroica y nacionalista, escrita desde la ideología de los vencedores y centrada en la Guerra Civil. Rafael García Serrano: La fiel infantería (1943).
  • La novela realista tradicional, al estilo de Galdós o Baroja. Refleja la vida de la burguesía, sus valores y comportamientos. Destacan en esta tendencia Juan Antonio Zunzunegui e Ignacio Agustí (Mariona Rebull).
  • Novela humorística de humor evasivo e intrascendente con Wenceslao y Darío Fernández Flórez.
  • La novela tremendista. Con el nombre de la primera se motejó a una novela que insiste en una realidad degradada y miserable con personajes casi patológicos que destapan sus instintos más brutales. La primera novela de este tipo es La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela. Se trata de una novela autobiográfica basada en la ficción del “manuscrito encontrado”: una carta en la que el protagonista relata a modo de explicación los antecedentes familiares ( padre brutal, madre alcohólica…) y sociales ( la vida miserable del campo…) que le han conducido a cometer una cadena de crímenes y finalmente a la condena a muerte.
  • La novela existencial: La narrativa existencial trata los conflictos propios de la condición humana en el mundo. Nada (1944) de Carmen Laforet es la primera novela de este tipo en década de los 40. La protagonista, narradora en primera persona autobiográfica, experimenta el choque de las ilusiones con la aspereza del mundo: la realidad sórdida de la posguerra en Barcelona. Una deprimente realidad, presentada a través de la sensibilidad de la protagonista, quedaba así al descubierto. La novela está escrita en un estilo sencillo y atravesada por una honda tristeza.

            Tanto la novela tremendista como la existencial rompen con el triunfalismo y el evasionismo de las novelas anteriores y ofrecen una visión radicalmente pesimista de la sociedad.

Camilo José Cela

            Camilo José Cela desempeña un papel clave en el resurgimiento de la narrativa española de la posguerra. Vimos antes como encabezaba la novela tremendista con La familia de Pascual Duarte.

            En los años 50, influirá en la novela realista de testimonio social con La colmena, su obra más lograda. La colmena constituye un reflejo pesimista y desencantado de la vida en el Madrid de la inmediata posguerra. Por la obra discurren cientos de personajes vulgares, sin esperanzas de futuro y moralmente destruidos; los únicos resortes de su vida parecen ser la supervivencia al hambre y la sexualidad degradada. Además anticipa algunas técnicas de la novela de social y experimental : el personaje colectivo, la narración objetiva, la ruptura del orden lógico de la acción y la reducción del tiempo (refleja solo tres días) y del espacio, unos cuantos lugares en los que se cruzan las vidas de los personajes.

            En los años sesenta, Cela se adhiere al experimentalismo con San Camilo 36.

            Otra faceta importante de Cela son sus libros de viajes (Viaje a la Alcarria) en los que pone en práctica sus magníficas dotes para observar y describir tipos y paisajes.

Miguel Delibes

            Se inicia en la novela existencial con La sombra del ciprés es alargada (1947). El tema rural y las preocupaciones sociales aparecen con El camino y Las ratas. El camino es una conmovedora novela sobre la vida de la infancia en el campo cargada de simpatía por los más humildes. En décadas posteriores volverá a este tema con Los santos inocentes.

            La novela de Delibes se basa en la observación directa de los ambientes rurales y urbanos de Castilla. Su ideología humanista de raíz cristiana se apoya en el amor al campo y a sus gentes, la visión crítica del egoísmo y la hipocresía de las clases medias urbanas y la denuncia de todas las formas de degradación del hombre ( abuso de poder, injusticia social y destrucción del medio natural).

            El experimentalismo llega con Cinco horas con Mario (1966), su obra más lograda. La narración es un largo monólogo del personaje femenino, Carmen, durante el velatorio de Mario, su marido. La situación le sirve a Delibes para enfrentar dos actitudes morales: la conservadora de Carmen, hipócrita y aferrada a los convencionalismos sociales, y la solidaria y humanista de Mario. El monólogo va desvelando la profunda incomunicación de estos dos mundos y el fracaso del matrimonio.

La década de los 50.

            En los años 50 surge una novela que pretende testimoniar la realidad de la sociedad española escamoteada por la literatura oficial. Temas de esta novela son: la vida precaria de la nueva clase obrera surgida de la industrialización (ver introducción), la miseria de los campesinos, la falta de oportunidades de una juventud desmoralizada y, en fin, la existencia abúlica de una burguesía amoral o anclada en los prejuicios más rancios.

            La forma presenta unos rasgos comunes influenciados por la novela extranjera que entra ahora en España al calor de una censura menos rígida: el conductismo de la novela norteamericana del periodo de entreguerras, el humanitarismo de la novela y el cine neorrealista italiano de la posguerra mundial, y la novela objetivista francesa.

            Características generales de esta novela son:

  • Objetivismo y renuncia al narrador omnisciente del realismo tradicional. La novela presenta sólo las acciones, las palabras de los personajes y los ambientes sin interpretarlos. En los casos más extremos la novela renuncia al análisis psicológico.
  • Pierde importancia el protagonista individual o es sustituido por un protagonista colectivo.
  • Reducción del tiempo y del espacio. La novela no pretende ser un fresco total de la sociedad, sino reflejar selectivamente un estado de la misma.
  • Es una novela sencilla de estructura y estilo que da más importancia al argumento que a la riqueza del lenguaje.

Tendencias dentro del realismo de los 50

  • Neorrealista. A su postura solidaria y cívica añaden la preocupación por los problemas existenciales del individuo en una sociedad mediocre. Los personajes de estas novelas carecen frecuentemente de objetivos o estos son convencionales. Figuran en esta tendencia: Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre), Jesús Fernández Santos (Los Bravos), Carmen Martín Gaite (Entre visillos) y Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama, 1956).
  • Realismo social. Otros novelistas adoptan un realismo crítico, generalmente influenciado por las ideas marxistas, y conciben la novela como instrumento para denunciar y erradicar las injusticias sociales. Es frecuente la oposición de los personajes¬tipo del burgués explotador y del obrero explotado o la crítica a la vaciedad de la vida burguesa. Autores destacados del realismo social fueron Jesús López Pacheco (Central eléctrica, 1958), Armando López Salinas (La mina, 196O), Alfonso Grosso (La zanja, 1961) José Manuel Caballero Bonald (Dos días de septiembre, 1962), Juan Goytisolo (La resaca, Fin de fiesta) y Juan García Hortelano (Tormenta de verano).

Rafael Sánchez Ferlosio

            Su primer libro, Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951), es una obra de fantasía, muy alejada de las tendencias realistas de esta década. En 1955 se inclina por la novela objetivista y recibe el premio Nadal por El Jarama.

            El argumento de El Jarama es muy elemental: unos jóvenes empleados de ambos sexos pasan su escaso tiempo libre a orillas del río Jarama entre conversaciones insustanciales que delatan la monotonía de sus vidas centradas en el trabajo. En sus diálogos no se atisba ningún síntoma de inconformismo con su destino que ven como algo normal. Este estado se rompe cuando una de las chicas, Lucita, muere ahogada en el río.

            El Jarama presenta varias técnicas narrativas que tendrán gran influencia en la novela de los 50: reducción del tiempo (las horas transcurridas en un día de ocio), reducción del espacio a las márgenes del río, protagonismo colectivo y punto de vista objetivo (narrador cámara ). La visión objetivista se vale fundamentalmente del diálogo y menos de la descripción. La narración es mínima y evita entrar en la interioridad de los personajes, de manera que solo aparece lo que se puede ver y oír.

La novela experimental de los 60.

            Surge a comienzos de los sesenta como reacción contra los defectos de la novela social: la pobreza del estilo, la excesiva sencillez de la estructura y la simplificación y falta de complejidad de los personajes. Muchos novelistas sociales perciben estas limitaciones e inician la renovación estimulados por las audacias narrativas de los años veinte ( el Ulisses del irlandés James Joyce, el norteamericano William Faulkner…) y de los nuevos novelistas hispanoamericanos dados a conocer en esta década en España. Este cambio de estética es semejante al que se da en la poesía y en el teatro: continúan la conciencia cívica y la crítica social, pero con tonos y formas renovados:

         Características de la novela experimental:

  • Perspectivismo: introducción de varios puntos de vista narrativos.
  • Importancia del monólogo interior (pensamiento espontáneo del personaje, sin forma de discurso verbal ordenado) y el estilo indirecto libre.
  • Mezcla de diferentes planos temporales. La narración oscila del presente al pasado retrospectivamente rompiendo el hilo narrativo y dificultando su seguimiento por el lector. Recordemos el desorden temporal de La colmena de Cela.
  • La fluidez temporal, el monólogo interior y el cambio de perspectivas se reflejan en aspectos externos: división del texto en secuencias, en vez de capítulos; supresión de los signos de puntuación, etc.
  • Se yuxtaponen materiales no novelescos: noticias, informes, reflexiones ensayísticas, eslóganes…
  • En general es una novela con un lenguaje sumamente elaborado, a veces barroquizante, que mezcla con libertad todos los registros lingüísticos. En suma, se abandona la desnudez de estilo de la novela social.

Luis Martín Santos. Un novelista innovador.

            El punto de partida de la novela experimental se produce en 1962 con la publicación de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos. El argumento es bastante simple: Pedro, médico investigador sobre el cáncer, se ve envuelto en el aborto ilegal de una joven chabolista, es detenido y luego exculpado, pero tras el asesinato de su novia en venganza por el aborto, es expulsado de su trabajo y se refugia en el campo como médico rural. El narrador omnisciente hace viajar al protagonista por todos los estratos sociales de Madrid (salones aristocráticos, pensiones, burdeles, chabolas, círculos intelectuales…) para darnos una visión crítica de todo lo español deleznable ( la historia, la incultura, las miserias sociales, las costumbres bárbaras, la impostura intelectual, etc…). La conclusión es el fracaso del individuo Pedro, pero también de toda una sociedad.

            El novelista dilata el tiempo (el tiempo real dura solo unos días), complica el argumento con todo tipo de discursos: narración omnisciente, monólogo interior, descripciones objetivas y subjetivas, reflexiones culturales y sociológicas, etc. El estilo supone un alarde de barroquismo dominio del lenguaje, puesto que aparecen parodiados con fluidez todos los registros idiomáticos: culto, científico, coloquial, jergal…

Los novelistas experimentales

            Después de Tiempo de silencio los mejores novelistas sociales del medio siglo se van pasando experimentalismo. Resultado de este cambio son varias novelas excepcionales: Señas de identidad, de Juan Goytisolo; Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé, y Volverás a Región de Juan Benet.

            Otros narradores de anteriores generaciones escriben también en esta década novelas experimentales: Miguel Delibes, Cinco horas con Mario; Torrente Ballester, La saga/fuga deJ.B. (1972); Cela, San Camilo 1936.

La novela experimental de Juan Goytisolo

            Juan Goytisolo, además de ser el creador de novelas de gran trascendencia dentro del campo de la narrativa social y, en los años 60, de la experimental, es un excelente ensayista preocupado por los aspectos formales de la novela y por la investigación en las raíces culturales de España, En 1966 abandona el realismo social y publica Señas de identidad. Es una novela experimental, pero no ajena a la realidad española. Esta es narrada a través de la visión subjetiva del protagonista, Álvaro Mendiola, que tras su regreso de París rememora su vida en un intento de reconstruir “su identidad española extraviada”. El desenlace de esta indagación es el desencanto y la constatación de que se siente totalmente ajeno a la historia y a la cultura españolas. Esta desvinculación de lo “español castizo” se ahondará en sus novelas posteriores: Reivindicación del conde don Julián y Juan sin Tierra.

            Entre las innovaciones formales de Señas… destacan: el perspectivismo narrativo (narración en primera, tercera persona objetiva y en segunda persona autorreflexiva) y la constante ruptura del orden cronológico mediante la elipsis y el contraste continuo entre los datos del presente y los evocados por la memoria. Al fragmentarismo de la novela contribuye también la introducción de diversos materiales lingüísticos de diversas procedencias: prensa, informes policiales, folletos turísticos, fragmentos en leguas diferentes, discursos líricos…etc. Los modos narrativos son igualmente diversos: narración, monólogo interior, diálogo, diálogos alternados…

La novela experimental en los años 70

            La novela experimental se adentra todavía en la década de los 70 con obras de los novelistas de la generación de los 60: Juan Marsé que alcanza su madurez con su mejor novela Si te dicen que caí ( 1973 ) y Juan Benet que continúa sus novelas míticas de personajes enigmáticos en Una meditación (1970) y Un viaje de invierno (1972) y se consolida como maestro de las nuevas generaciones de narradores.

José María Guelbenzu es uno de los narradores vanguardistas más notables de esta década con su novela experimental El Mercurio (1968 ), seguida por otras como La noche en casa (1977), cuyos personajes encarnan el desencanto de una generación universitaria que luchaba contra la dictadura y ahora se recluye en lo personal.

La novela en el posfranquismo

            En los años siguientes a la muerte de Franco, se produce un cierto cansancio del experimentalismo y los novelistas empiezan a interesarse otra vez por contar historias, es decir, por el argumento. Se produce así una síntesis entre las técnicas experimentales, incorporadas ahora con más moderación, y un cierto realismo.

            El giro se produce ya en 1975 con la publicación de La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza. Esta novela es un claro ejemplo de mezcla entre experimentalismo y retorno a formas narrativas tradicionales. Así, las yuxtaposiciones de episodios y el desorden cronológico de los primeros capítulos da paso a una narración ordenada y lineal.

            Se trata de una novela de gran complejidad, narrada en primera persona, sobre el fondo histórico de los conflictos de la Barcelona industrial de los años 1917¬1920. Mendoza hilvana con gran maestría una trama compuesta por una gran diversidad de elementos: pesquisas policiales, registros taquigráficos de juicios, cartas, relaciones pasionales, enfrentamientos del sindicalismo anarquista con la patronal, tráfico de armas, espionaje, pistolerismo a sueldo de la alta burguesía, etc.

Tendencias más destacadas en los años 80 y 90

  • Novelas de temas históricos: El jinete polaco de Antonio Muñoz Molina o El hereje de Miguel Delibes, novela esta entroncada con el característico humanismo cristiano del autor, en la que se relata el proceso inquisitorial seguido contra el núcleo protestante de Valladolid en el siglo XVI.
  • Novelas de aventura e intriga policiaca influida por la novela negra norteamericana: Asesinato en el Comité Central de Manuel Vázquez Montalbán; Beltenebros y Plenilunio de Antonio Muñoz Molina.
  • La novela intimista y subjetiva emplea el narrador autobiográfico ficticio. Pueden aparecer referencias a la biografía real del autor, pero integradas en la ficción: Javier Marías (Todas las almas, Corazón tan blanco...).
  • La novela sobre la Guerra Civil. Se da en algunos novelistas un interés renovado por este tema, tratado ahora sin las limitaciones de la censura. En el ambiente de la guerra y de sus secuelas se desarrollan Luna de lobos (1985), de Julio Llamazares; El pianista (1985), de Manuel Vázquez Montalbán; y El lápiz del carpintero (1998), de Manuel Rivas.
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