Arcipreste de Hita. Libro de Buen Amor

RUIZ, JUAN. ARCIPRESTE DE HITA

Libro de Buen Amor

Las ranas que demandaban un rey

 

Las ranas en un lago cantaban et jugaban,

cosa non las nucía, bien solteras andaban,

creyeron al diablo que de mal se pagaban,

pidieron Rey a Don Júpiter, mucho gelo rogaban.

 

Envióles Don Júpiter una viga de lagar,

la mayor quel pudo, cayó en ese lugar:

el grand golpe del fuste fizo las ranas callar,

mas vieron que no era Rey para las castigar.

 

Suben sobre la viga cuantas podían subir,

digeron: non es este Rey para lo nos servir:

pidieron Rey a Don Júpiter como lo solían pedir,

Don Júpiter con saña hóbolas de oír.

 

Envióles por su Rey cigueña mansillera,

cercaba todo el lago, ansí fas la ribera,

andando pico abierta como era venternera

de dos en dos las ranas comía bien ligera.

 

Querellando a Don Júpiter, dieron voces las ranas:

señor, señor, acórrenos, tú que matas et sanas,

el Rey que tú nos diste por nuestras voces vanas

danos muy malas tardes et peores mañanas.

 

Su vientre nos sotierra, su pico nos estraga,

de dos en dos nos come, nos abarca et nos traga:

señor, tú nos defiende, señor, tú ya nos paga,

danos la tu ayuda, tira de nos tu plaga.

 

Respondióles Don Júpiter: tened lo que pedistes

el Rey tan demandado por cuantas voces distes:

vengué vuestra locura, ca en poco tuvistes

ser libres et sin premia: reñid, pues lo quisistes.

 

Quien tiene lo quel’ cumple, con ello sea pagado,

quien puede ser suyo, non sea enagenado,

el que non toviere premia non quiera ser premiado,

libertad e soltura non es por oro comprado.

 

 

Consejos de don Amor: Coplas 429-449

 

Si leyeres a Ovidio que por mí fue educado,

hallarás en él cuentos que yo le hube mostrado,

y muy buenas maneras para el enamorado;

Pánfilo, cual Nasón, por mí fue amaestrado.

 

Si quieres amar dueñas[1] o a cualquier mujer

muchas cosas tendrás primero que aprender

para que ella te quiera en amor acoger.

Primeramente, mira qué mujer escoger.

 

Busca mujer hermosa, atractiva y lozana,

que no sea muy alta pero tampoco enana;

si pudieras,  no quieras amar mujer villana,

pues de amor nada sabe, palurda y chabacana.

 

Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña,

cabellos amarillo no teñidos de alheña[2];

las cejas apartadas, largas, altas, en peña[3];

ancheta de caderas, ésta es talla de dueña.

 

Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes

y con largas pestañas, bien claras y rientes;

las orejas pequeñas, delgadas; para mientes[4]

si tiene el cuello alto, así gusta a las gentes.

 

La nariz afilada, los dientes menudillos,

iguales y muy blancos, un poco apartadillos,

las encías bermejas, los dientes agudillos,

los labios de su boca bermejos, angostillos.

 

La su boca pequeña, así, de buena guisa

su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa,

conviene que la veas primero sin camisa

pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!

 

 

Si dice que tu dama no tiene miembros grandes,

ni los brazos delgados, luego tú le demandes

si tienes pechos chicos; si dice sí, demandes

por su figura toda, y así seguro andes.

 

Si tiene los sobacos un poquillo mojados

y tiene chicas piernas y largos los costados,

ancheta de caderas, pies chicos, arqueados,

¡tal mujer no se encuentra en todos los mercados!

 

En la cama muy loca, en la casa muy cuerda;

no olvides tal mujer, su ventajas acuerda.

Esto que te aconsejo con Ovidio[5] concuerda,

y para ello hace falta mensajera no lerda.

 

Hay tres cosas que tengo miedo de descubrir,

son faltas muy ocultas, de indiscreto decir:

de ellas, muy pocas mujeres pueden con bien salir,

cuando yo las mencione se echarán a reír.

 

Guárdate bien que no sea vellosa ni barbuda

¡el demonio se lleve a la pecosa velluda!

Si tiene mano chica, delgada o voz aguda,

a tal mujer el hombre de buen seso la muda.

 

Le harás una pregunta como última cuestión:

si tiene el genio alegre y ardiente el corazón;

si no duda, si pide de todo la razón

si al hombre dice sí, merece tu pasión.

 

 

Encuentro con la serrana. Coplas 959-977

 

Pasando yo una mañana

el puerto de Malangosto

asaltóme una serrana

tan pronto asomé mi rostro.

“Desgraciado, ¿dónde andas?

¿Qué buscas o qué demandas

por aqueste puerto angosto?”

 

Contesté yo a sus preguntas:

“Me voy para Sotos Albos[6]

Dijo: “¡El pecado barruntas

con esos aires tan bravos!

Por aquesta encrucijada

que yo tengo bien guardada,

no pasan los hombres salvos.”

 

Plantóseme en el sendero

la sarnosa, ruin y fea,dijo:

“¡Por mi fe, escudero!

aquí me estaré yo queda;

hasta que algo me prometas,

por mucho que tú arremetas,

no pasarás la vereda.”

 

Díjele: “¡Por Dios, vaquera,

no me estorbes la jornada!

deja libre la carrera;

para ti no traje nada.”

Me repuso: “Entonces torna,

por Somosierra trastorna,

que aquí no tendrás posada.”

 

Y la Chata endiablada,

¡que San Julián la confunda!

arrojóme la cayada

y, volteando su honda,

dijo afinando el pedrero[7]:

“¡Por el Padre verdadero,

tú me pagas hoy la ronda[8]!”

 

Nieve había, granizaba,

hablóme la Chata luego

y hablando me amenazaba:

“¡Paga o ya verás el juego!

”Dije yo: “¡Por Dios, hermosa,

deciros quiero una cosa,

pero sea junto al fuego!”

 

“Yo te llevaré a mi casa

y te mostraré el camino,

encenderé fuego y brasa

y te daré pan y vino.

Pero ¡a fe!, promete algo

y te tendré por hidalgo.

¡Buena mañana te vino!”

 

Yo, con miedo y arrecido,

le prometí un garnacha[9]

y ofrecí, para el vestido,

un prendedor y una plancha.

Dijo: -“Yo doy más, amigo.

¡Anda acá, vente conmigo,

no tengas miedo a la escarcha!”.

 

Cogióme fuerte la mano

y en su pescuezo la puso,

como algún zurrón liviano

llevóme la cuesta ayuso[10].

“¡Desgraciado!, no te espantes,

que bien te daré que yantes

como es en la tierra uso.”

 

Me hizo entrar mucha aína[11]

en su venta, con enhoto[12];

y me dio hoguera de encina,

mucho conejo de Soto,

buenas perdices asadas,

hogazas mal amasadas

y buena carne de choto.

 

De vino bueno un cuartero,

manteca de vacas, mucha,

mucho queso de ahumadero,

leche, natas y una trucha;

después me dijo: “¡Hadeduro[13]!,

comamos de este pan duro,

luego haremos una lucha[14].”

 

Cuando el tiempo fue pasando,

fuime desentumeciendo;

como me iba calentando

así me iba sonriendo.

Observóme la pastora;

dijo: “Compañero, ahora

creo que voy entendiendo”.

 

La vaqueriza, traviesa,

dijo: “Luchemos un rato,

levántate ya, de priesa;

quítate de encima el hato[15]”.

Por la muñeca me priso,

tuve que hacer cuanto quiso,

¡creo que me fue barato!

[1] Mujeres casadas o viudas.

[2] Una planta que se utilizaba para teñirse el pelo de rubio.

[3] Arqueadas.

[4] Fíjate.

[5] Se refiere al Ars amandi de Ovidio.

[6] Pueblo de Segovia.

[7] Haciendo puntería antes de disparar.

[8] Es evidente la connotación sexual.

[9] Prenda de vestir larga y apreciada.

[10] Abajo.

[11] Deprisa.

[12] Con energía.

[13] Infeliz.

[14] Relación sexual.

[15] Desnúdate.

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